The Heroes are Lies - Volumen 1 - Capítulo 01


The Heroes are Lies - Volumen 1 - Capítulo 01


Descargar



Online

"Asalto"

-¡Aaaaaaghhhh!

-Quejoso.

-¡No soy quejoso!

-¡Ya cállense!

-Ok.

¿Cómo no iba a quejarme?, todo el maldito día trabajando en el campo…

Bueno, no era tan malo, pero aun así, hacer siempre lo mismo es aburrido. Al menos podía gritar un poco para liberar tensiones. Pero claro, tenían que venir el señor Alan, mi hermano, a meterse conmigo y ganarnos una reprimenda de parte de papá. Hmmm, probablemente me la hubiera dado igual pero… olvídenlo.

Mire a esos dos… uno tan alejado del otro como podía… Suspire, parecía que eso seguiría así por un tiempo. Yo seguí trabajando como debía a pesar de mis quejas, de eso dependía mi sustento después de todo. No soy tan idiota como para pensar que se puede vivir gratis, ni tampoco tan vago como para ser un parasito en mi familia.
En fin, a seguir trabajando…

*****

-¡Pheeew! ¡Al fin terminamos! -Grite mientras alzaba los brazos al cielo.

-Que exagerado. -Fue lo que dijo mi hermano secándose el sudor de la frente.

-Oh, vamos, déjame ser feliz un momento. -Resople mientras íbamos de camino a casa.

Volvíamos de un largo día de trabajo en el campo con mi padre y mi hermano.

Con este último al lado, andábamos por el camino de tierra que pasaba entre los campos de las familias del pueblo. 
Algunas otras familias todavía trabajaban pero la mayoría ya se había ido o estaban preparándose para eso.

Mi padre había ido a comprar algo de carne para la comida de esa noche mientras nosotros volvíamos. Y la atmosfera entre nosotros era…

-…

-…

…Incomoda, por decir poco.

El silencio me molestaba, pero no sabía que decirle. Probablemente mi padre había usado la excusa de la comida para evitar a mi hermano, porque yo sabía que no era necesario.

Mi hermano había tenido una pelea con nuestros padres. Quería convertirse en un soldado del Reino a lo que mis padres objetaron. Eran tiempos de pacificos, pero todos sabían que la paz entre el Reino Izhel con nuestro vecino, el Imperio Henra, se balanceaba sobre un hilo desde que se firmó el pacto. Ser un soldado implicaba que tu vida dependía de eso y ese era un riesgo que nuestros padres no querían para mi hermano.

Lo que ellos no sabían era que mi hermano quería convertirse en soldado para ahorrarles problemas…

-¿Estás seguro que no hay un trabajo menos riesgoso para ganar dinero? -Le pregunte por milésima vez.

-No lo hay, ¿Si lo hubiera crees que elegiría ser soldado? -Yo sabía eso, pero aun así no podía evitar seguir preguntando.

-¿Tenías que elegirla a ella verdad?

Era una larga historia, pero él quería casarse y para eso tenía que ganarse el consentimiento del padre de su novia… el problema era que ese hombre era el Lord de este territorio. Para siquiera tener una posibilidad tenía que hacer una pequeña fortuna. La única manera de hacerlo era convirtiéndose en soldado, ellos tenían una buena paga y podían ser promovidos a caballeros o algún rango aun más alto. Ese era el plan de mi hermano y yo lo apoyaba en que persiguiera a la persona que amaba… pero eso y aceptar el riesgo de perder a mi hermano por ello era diferente.

Él no iba a retroceder y mis padres tampoco ya que no sabían de las circunstancias, así que el ambiente en casa estaba, digamos, tenso. Así que los últimos días luego del trabajo me dirigía al bosque a pasear tratando de calmar mi mente para poder aceptar lo que mi hermano deseaba. No quería hacerlo, pero él ya tenía bastante sin que yo me opusiera también.

Al llegar a casa mamá ya estaba trabajando en la cena confirmando mi teoría de que mi padre quería evitar a mi hermano. El tampoco pareció sorprenderse así que debe haberlo sospechado también.

Fui a mi habitación a cambiarme la ropa sudada y me prepare para salir a otra de mis caminatas. Últimamente se estaba haciendo rutina y en la familia habían dejado de preguntar a donde iba. Era una buena forma de pensar más tranquilamente y asimilar temas complicados.

Él se ofrecía a ayudar a mamá cuando yo estaba saliendo de casa. Buena estrategia, convencer a mama seria infinitamente más fácil que hacerlo con nuestro padre. Aunque sin decirle sobre su plan seguiría siendo complicado.

Él no quería decirles porque sabía que se esforzarían para conseguir más dinero además de que los deprimiría pensar que su hijo tenía problemas porque eran pobres. Aunque ese no era exactamente el caso, estábamos bien, pero solo estar bien no era suficiente para el sueño de mi hermano, así que tendría que recurrir a esas medidas desesperadas.

Mientras caminaba por el bosque pensando sobre la situación y en cómo ayudar a mi hermano a convencer a papá y mamá el tiempo pasaba y el sol bajaba cada vez más. Era tranquilizador, estaba lo suficientemente alejado como para no oír a nadie más, y lo suficientemente cerca como para que no hubiera animales. Daba la sensación de que el bosque era mío y de nadie más.

Cuando ya estaba oscureciendo lo suficiente como para afectar mi visibilidad decidí volver. Alejarme de la tranquilidad de los arboles me hacía sentir triste de alguna forma, ahí dentro no tenía problemas. Pero eso era solo una ilusión, los problemas seguían ahí y no desaparecerían.

Unas luces se acercaban al pueblo desde el Este, probablemente los comerciantes que venían cada mes para vender y comprar algunos bienes. Faltaban tres días para que se cumpliera el mes pero eso siempre variaba dependiendo de cómo les hubiera ido en las demás aldeas y pueblos.

Era una caravana de comerciantes que se dedicaban exclusivamente a comerciar con los diferentes pueblos, haciendo llegar a estas materiales que ellas no tenían pero otras si, mientras que a la vez hacían un beneficio.

Nuestro pueblo por ejemplo, podía mantenerse alimentado y con el bosque cerca teníamos madera de sobra, pero no había minerales en la zona, así que dependíamos de cambiárselos a los comerciantes.

Aun así, que llegaran antes no era bueno, significaba que habían tenido buenos intercambios en las demás paradas, con lo que había una buena probabilidad de que se hubieran quedado sin lo que necesitábamos o quedara muy poco. Nosotros no buscábamos nada más aparte de eso, pero si no lo conseguíamos sería malo, esos materiales eran utilizados para la fabricación de herramientas necesarias para nosotros. No poder conseguirlas se traducía en un mal mes para nosotros.

-¡Papá! Parece que los mercaderes llegaran antes. -Le di a mi padre las malas noticias.

-Él no ha vuelto todavía, Alan ya salió a buscarlo, debe haberse quedado en la taberna seguramente.- Eso fue lo que dijo mi madre. Parecía que ella estaba esperándonos para comer, mala idea papá, hacer esperar a mamá con la comida es lo peor que puedes hacer y lo sabes.

Con mamá decidimos empezar a comer sin ellos. Lo hicimos en silencio, mamá y papá sabían que yo estaba del lado de mi hermano así que ellos me evitaban en cierta forma también, aunque no tanto como a mi hermano.

-¿El no piensa decirnos porque tomo esa decisión, Aarón? -Ella me pregunto, se me hacía complicado responder a eso.

-El solo quiere perseguir sus sueños mamá.-Fue lo que se me ocurrió contestar para no decir que él les ocultaba sus razones y para no mentir al mismo tiempo.

-Así que tú tampoco lo dirás, eh. -Suspiro, ella debía de estar muy tensa por la decisión de mi hermano y seguramente ya sabía que él no quería decirles por que la había tomado.
-Lo siento, mamá. -Murmure sin que me pudiera oír. -Iré a ver que hacen esos dos, ya vuelvo. -En parte quería escapar antes de que siguiera preguntando y en parte quería saber dónde rayos se habían metido esos dos.

Mientras caminaba por las calles del pueblo note que pocos andaban fuera de casa. Digo calles pero eran solo pasillos entre las casas ya que no éramos muchos aquí. La falta de gente fuera podía deberse a que era tarde o a la llegada de los mercaderes, todos querían buscar algo que vender.

-¡Aarón! ¿Has visto? Los mercaderes vendrán antes, la cosa no pinta bien para los que viven de venderles cosas.- me comento alguien de pasada.

Era un viejo amigo, Jasón, que tenía mi misma edad, era alto, tenía pelo rubio y ojos azules, con esa descripción te darás cuenta porque todos los chicos incluyéndome estábamos celosos, maldito chico popular. Fuera bromas, aparte de ese tema nos llevábamos bien. Habíamos crecido juntos y yo sabía que su familia era una de las que el menciono, los que vivían de venderles productos a los mercaderes.

-Espero que puedan hacer algo de ganancia Jasón, pero parece que no será un buen mes.
-Tienes razón, no es por desearles el mal a los otros pueblos pero esperaba poder conseguir buenas ventas. -Dijo mientras suspiraba.

-Oye, por cierto, ¿has visto a mi padre y a Alan? -Dije esto en parte para poder cambiarle el tema, no soy bueno con cosas serias.

-No eh visto a Alan, pero me pareció ver a tu padre yendo a la taberna esta tarde.

“Lo sabía.”

-Vale, voy a buscarlo, te veo luego. -Me despido saludándolo con la mano mientras me dirijo al bar que está en la entrada del pueblo.

-Adiós.

Empecé a mirar las casas mientras avanzaba. Todas pequeñas casuchas de madera, seguramente idénticas o similares a la mía, apenas con tres o cuatro habitaciones en total. Casas simples de madera, algunas tan viejas que parecía que se caerían con solo ponerles una mano encima. Todos éramos iguales aquí, solo había dos tipos de personas, los que vivían de producir lo que necesitaban como mi familia, y los que vendían cosas a los mercaderes.

Los primeros cultivábamos los campos, cazábamos, conseguíamos madera, todo compartiéndolo con otras familias que hacían lo mismo, haciendo trueques para conseguir el sustento.

Los segundos producían cosas que nosotros necesitábamos, pero al ser nosotros un pueblo pequeño les sobraba mucho así que se lo vendían a los comerciantes. No era un mal negocio, pero dependían demasiado de las ventas anteriores a ellos en el recorrido, o eso pienso yo al menos.

Aunque digo vender nosotros no nos manejábamos con dinero, éramos un pueblo pequeño, por lo que solo hacíamos trueques unos con otros.

Al acercarme a la entrada vi humo elevándose, “tal vez los mercaderes hicieron una fogata, probablemente no hayan comido”. Pero mientras más me acercaba más humo había.

De repente, alguien doblo la esquina a toda velocidad y choco conmigo, derribándome.

-¡Oye! ¿Pero que hac…? -Ni siquiera pude terminar la frase, él o ella corría como alma que lleva el diablo. -¿Pero qué…?

Algo no estaba bien, al alzar la vista pude ver el techo de una de las casas de la entra estar ardiendo. Empecé a correr en esa dirección, si empezaba un incendio entonces todo el pueblo, que estaba totalmente hecho de madera, estaría en problemas, debíamos detenerlo rápido.

Mientras avanzaba me topé con varios corriendo igual que el anterior, esta vez estaba preparado así que me las arregle para evitarlos esta vez. Pero cuando llegue a la calle principal mi corazón se detuvo.

En efecto lo que había llegado a la entrada del pueblo eran las carretas de los comerciantes, pero lo que había bajado de ellos no eran gente buena tratando de hacer negocios. Eran soldados con armaduras negras y telas rojas debajo.

Cambie de rumbo, me dirigí a la taberna, tenía que encontrar a mi hermano y a mi padre para poder salir de allí enseguida. Si esos soldados eran lo que creía que eran… no serían buenas noticias ni de cerca.

Armaduras negras y telas rojas, los colores característicos del Imperio. Solo esperaba estar equivocado y que fueran simples bandidos. Eso era lo único que podía hacer, rogar que estuviera equivocado.

El pánico se apoderaba de mi cuerpo, mientras corría hacia el edificio de la taberna.
“Por favor que estén allí, por favor que estén allí…”

Cuando abrí la puerta tenía a los soldados a poco más de tres casas de distancia.

-¡Papá! ¡Alan! ¡¿Están aquí?! -Grite en cuanto entre. Si lo estaban teníamos que salir de allí como si nos fuera la vida en ello… tal vez de verdad fuera el caso.

-¿Aarón? Tu padre y tu hermano ya se fueron ¿que no has visto lo que pasa fuera?, ve a casa y escapen, yo estoy en eso ahora mismo. -Era el dueño del bar, parecía estar metiendo cosas en una bolsa a la desesperada. Tenía razón, había que correr, había que huir antes de que ellos nos encontraran.

Volví por donde vine y trate de buscar a mi padre y mi hermano mientras corría zigzagueando por los callejones del pueblo, no veía señales de ellos.

Empezaron a escucharse gritos de todas direcciones, puertas siendo sacadas de sus marcos, techos incendiándose cayendo sobre sus huéspedes. Se podía ver a la gente correr por sus vidas en los callejones y las calles principales, también pude vislumbrar la escena de soldados atacando a los habitantes, a mis vecinos, pero no me atreví a mirar, no quería pensar que alguno de ellos podía ser un miembro de mi familia.

Tal vez mi hermano y mi padre estarían en casa cuando llegara, tal vez esto no era más que un sueño, una pesadilla, sí, eso debe ser, esto no podía estar pasando, solo así, sin siquiera un indicio, en qué clase de mundo pasaba algo así.

Pero sin importar cuanto lo negara tenía que seguir corriendo. Tenía que encontrar a esos dos y luego buscar a mamá para poder…

-¡Aaaaghhh!

La escena a que pude ver por el callejón de la izquierda me dejo petrificado. Un hombre era ensartado por la espada de un soldado. Su grito mientras la sangre empezaba a emanar de su boca y la herida en su estómago. La frialdad del soldado que no parecía sentir nada. Todo eso me impacto.

Eso y la realidad de que estaba perdiendo a alguien así, sin más, frente a mis ojos… Esa persona… era mi padre.

Caí sobre mis rodillas ante la escena. El soldado saco su espada del cuerpo inerte de mi padre y lo dejo caer en el suelo antes de salir del callejón. No pareció haber notado mi presencia, pero eso no me importaba, me arrastre hasta mi padre sin ser capaz de siquiera ponerme de pie.

-¡Papá, oye papá!.. Reacciona por favor…. -Quería que me dijera que estaba bien, que podía recuperarse de eso de alguna forma… pero eso no sucedió. Todo lo que mi padre pudo hacer fue mirarme a los ojos, antes de que los suyos perdieran el color.
De repente todos los ruidos desaparecieron.

Todos los movimientos se detuvieron.

No podía creerlo.

No era cierto.

No…

Pero el tiempo no funciona así, y los sonidos volvieron, más estruendosos que antes, las personas recuperaron su movimiento, y parecían correr incluso más rápido.

Yo seguía aferrándome al cadáver de mi padre…

Mi hermano debía estar con él… eso significaba… no quería pensarlo.

Mamá… debería ir con ella. Pero no pude juntar la fuerza de voluntad para pararme otra vez, para intentar siquiera hacer algo, mi cuerpo no respondía.

Quede en esa postura por un tiempo, los sonidos se mantenían, no, se extendían por el resto de la ciudad. La tragedia estaba llegando a todas partes, tenía que levantarme. La sangre cubría mis manos, mis piernas parecían de plomo y la cabeza me daba vueltas. No quería levantarme y dejar a mi padre así, pero mi madre estaba en casa, mi hermano tal vez estuviera bien. Él no me perdonaría si me quedara aquí.

De alguna forma me puse de pie. Sin embargo, mis piernas se sentían débiles, apenas podían sostenerme así que me apoye en la madera de la pared del callejón, y me dirigí a casa, tenía que intentar llegar.

Camino allí pude ver a mucha otra gente ser asesinada frente a mis ojos, pero me forcé a pensar que mi madre estaba en casa, esperándome para sermonearme por llegar tarde. El desastre cubría cada lugar donde miraba, cadáveres, casas medio destruidas o incendiándose, soldados a la caza de cualquier cosa que se moviera.

Yo seguía avanzando, apoyándome en las paredes. Sin embargo, ante esa catástrofe empecé a caminar tambaleándome, no tenía tiempo para andar arrastrándome, tenía que llegar rápido, vivíamos en la otra punta del pueblo pero eso no nos salvaría.

Cuando por fin pude echar un vistazo a mi casa, ni siquiera quise acercarme al principio…
La puerta estaba rota por la mitad, note sangre en el suelo de la entrada, no quería verlo, no quería ver eso de nuevo…

Pero me decidí a entrar, tal vez no fuera tarde.

Pero lo era, no había nadie, había manchas de sangre por el suelo en varios lugares, los muebles destrozados, el contenido de estos esparcido por el suelo. Solo el silencio estaba allí para recibirme. No había señal de mi hermano o mi madre.

Me derrumbe. Tenía que ser una mentira, hacia unas horas estaba trabajando como siempre con mi padre y mi hermano, ahora uno estaba muerto y el otro desaparecido. Hacia solo una hora estaba con mi madre, cenando tranquilamente en esta habitación, ahora no sabía dónde estaba y la habitación era un caos.

Todo había desaparecido en cuestión de horas, me sentía vacío, no sabía qué hacer, solo me quede ahí en blanco. No era capaz de pensar siquiera, el desastre cubriendo todo a mis espaldas, mi hogar destruido frente a mis ojos… ya no quedaba nada.

Las horas pasaban, la tragedia continuaba y yo seguí allí, arrodillado en la entrada de mi casa, o lo que era mi casa. Podía escuchar a los soldados y a mis vecinos corriendo detrás de mí, pero no podía razonarlo, mi mente no quería trabajar, solo quería apagarse y olvidarlo todo.

Pero el destino no es así de amable con nadie. De pronto, sentí algo frio tocando mi cuello. Cuando mire tenía el filo de una espada asomándose a mi lado. Solo me le quede mirando, iba a morir, solo así. Ni siquiera sabría que les paso a mi madre y a mi hermano, tal vez era mejor de esta forma.

Pero el filo nunca me corto, luego la espada se alejó y sentí como me tomaba del cuello y me levantaba.

-¿Pero que tenemos aquí?-Dijo en tono burlón el soldado. -¡Vamos niño, sostente de pie al menos, maldita sea!

-…

Cuando por fin logro que mis piernas me permitieran estar de pie tomo mis manos y las ato con una soga.

-¡Agh!

-¡Cállate!

Hundió mi estómago con su puño cubierto con la armadura. El aire dejo de mis pulmones y caí al suelo. Sentí un sabor metálico en mi boca y escupí sangre. Mi estómago dolía como el infierno, todo lo que podía hacer era retorcerme en el suelo.

-Así que eres un debilucho eh, vamos a ver si duras una semana al menos.

No entendía a que se refería pero mi cabeza no daba para más, el dolor tanto físico como emocional, el temor y la ansiedad no me dejaban razonar. Todo lo que pude hacer fue intentar caminar mientras era arrastrado por el soldado que tiraba de la soga conectada a mis manos. Obviamente no tuvo piedad, es más parecía caminar rápido para que yo cayera y poder arrastrarme contra el suelo dándome con piedras, maderas y demás escombros que estaban repartidos por el suelo.

Estábamos dirigiéndonos a los carros de los comerciantes… o ex carros de los comerciantes. Había un grupo de soldados rodeándolos. El me arrastro hasta allí y me empujó hacia el grupo de soldados.

-¿No te parece un poco flacucho? Si no dura no es divertido. -Se quejó el soldado que me levanto del suelo tirando de la soga.

-¿Qué importa? Mientras más mejor. -Se limitó a responder el que me había traído.
No tenía idea de lo que pensaban hacerme, pero parece que terminaría muriendo. No quería morir, pero mi familia ya no estaba, ni siquiera mi pueblo se mantendría, a esta altura no había una casa que no se estuviera incendiando o que no estuviera reducía a cenizas. No tenía a donde ir, no tenía a nadie a quien recurrir, ya no tenía nada, que había de malo en morir, aunque todavía tenía miedo

Cuando mire mejor había varios que estaban siendo traídos atados igual que yo, entre ellos note a Jasón, estaba llorando, probablemente… continuaron trayendo gente y seguí siendo testigo de ello, los que se resistían morían, los que no, eran atrapados igual que yo. Todo siguió así hasta que la última casa callo en cenizas, ya era entrada la noche, cuando los incendios se apagaron, la oscuridad cubrió el lugar, solo rota por la tenue luz de la luna.

Los soldados estaban organizándose, ya no había nada que destruir, ya no había nadie a quien matar o atrapar, ya no había nada que saquear. Su masacre parecía haber llegado a su fin. Empezaron a empujarnos dentro de uno de los carros, parecía que planeaban llevarnos a algún lado, solo una persona se opuso, pero luego nadie más. Al que se opuso lo mataron sin titubear, nosotros lo sabíamos, sabíamos que iba a pasar eso, pero aun así ver la muerte de alguien de una forma tan fría nos heló los corazones.

Cuando todos estuvimos dentro el carro estaba a reventar, no había espacio para una aguja, también notamos que dentro estaban algunos de los comerciantes dueños de los carros, parecía que los habían tomado como un medio para evitar que nosotros notáramos el peligro.

Luego ellos se subieron a los otros vehículos y empezamos a movernos, nadie sabía dónde íbamos, nadie quería preguntar, nadie quería hablar siquiera. Todos debían haber perdido a alguien, todos tenían sus propios pensamientos en su cabeza, yo por mi parte, me limite a quedarme en blanco, no quería pensar, si lo hacia mi mente se rompería.

Podían oírse ruidos que provenían de los otros carros, eran risas, estaban celebrando… Como si festejaran un día de buena caza… ¿No éramos nada más que eso para ellos? ¿Presas?

-No pasa nada pequeña, los soldados del Reino nos salvaran. -Eso fue lo que escuche decir de uno de los hombres que estaba ceca de mi a su hija. ¿El Reino siquiera sabía lo que pasaba? Probablemente no, ni siquiera nosotros sabíamos lo que pasaba, solo sabíamos que lo habíamos perdido todo en una noche, y eso de por si era lo suficientemente terrible sin que pensáramos en cosas peores como el comienzo de una guerra.

No podíamos ver el exterior del carro, solo podíamos vernos entre nosotros, y eso lo hacía más deprimente. Todos estaban cubiertos en ceniza, sangre y sudor, todos con caras tristes y dolidas.

Avanzábamos rápido, parecía que los soldados querían irse antes de que el Reino notara la masacre, aunque siendo nuestro pueblo tan pequeño no lo haría muy rápido. Tal vez no fuéramos los únicos que fueron atacados, seguramente no lo fuéramos.

Horas después nos detuvimos, los soldados pararon a comer, nosotros solo estábamos ahí, sin hacer nada, parecía que no pensaban darnos ni siquiera una mísera miga de pan. No es como si tuviera hambre, y aunque la tuviera no creo que fuera capaz de comer, pero tal vez alguno de los otros se estuviera muriendo de hambre. Eso no parecía importarle a los soldados, pensándolo bien, no tenía por qué importarles, éramos solo algo que juntaron para “divertirse” según ellos.

Luego de eso volvimos a subir a los carros, nadie se atrevía a hablar, nadie quería hablar. Y las horas pasaban así, en silencio, un silencio que era incómodo y a la vez no, quería que alguien hablara quería distraerme de mis propios pensamientos que me torturaban. Pero si alguien decía algo seguramente sería sobre lo sucedido, y no necesitaba que metieran más dolor en mi cabeza del que ya tenía. Supongo que todos pensábamos igual.

Por la noche paso lo mismo que al medio día, ellos comieron, nosotros no, algunos ya empezaban a quejarse de hambre, pero no lo suficientemente fuerte como para que los escucharan, sabíamos lo que pasaría.

Fueron horas y horas de viaje sin que nada sucediera, parecían pasar días entre parada y parada. No teníamos idea de a dónde nos llevaban tampoco queríamos saber, anticipábamos que no sería un buen lugar.

En la segunda noche de viaje nos dieron pedazos de pan duro y agua sucia, aunque el hambre borro el terrible sabor pero aun así seguíamos hambrientos. Alguien se atrevió a pedir aunque sea un poco más… mala idea. No lo mataron, eso me sorprendió, pero tal vez eso hubiera sido mejor.

Al hacerlo el hombre sujeto la pierna de uno de los soldados rogándole un poco más de comida. El soldado le corto el brazo hasta el codo. El hombre todavía vive, pero viendo como sangra y que no tenemos forma de tratarlo más que tratar de tapar la hemorragia con nuestra ropa, no durara mucho.

Seguimos así por días y días. Solo nos permitían comer esas migajas una vez cada dos días por la noche. Algunos empezaron a estar tan débiles que teníamos que ayudarlos a moverse cuando paso una semana.

La segunda semana ya nadie podía sostenerse. Éramos cascaras vacías tiradas dentro del carro. Los soldados solo nos bajaban a la fuerza para “alimentarnos”. Lo único que atinaba a pensar era cuanto duraría el viaje, y las horas seguían pasando y pasando, ya debíamos haber entrado al Imperio ya que nuestro pueblo no estaba tan lejos. Probablemente habríamos entrado hacia días, pero ni siquiera nos dimos cuenta.

El segundo día de la segunda semana los carros se detuvieron, aun no era hora de una parada, al menos eso creía. Nos bajaron del carro, eso me confirmo que no era una parada normal, habíamos comido el día anterior. Volvieron a atarnos, nos habían desatado hacia días ya que ni siquiera teníamos fuerzas para resistirnos.

Nos alinearon y empezamos a caminar hacia lo que parecía algo así como una fortaleza gigantesca, parecía una montaña. Estaba construida de roca ennegrecida, cubierta de musgo, soldados con las mismas armaduras y vestimentas que los que nos traían estaban apostados en la entrada y otros vigilaban desde la sima de los muros.

Un hombre de dos metros de altura muy imponente con una cicatriz en su cara que la cortaba a la mitad a la altura de la nariz nos recibió.

-Bienvenidos a su nuevo hogar pequeñas ratas sin valor, sean bienvenidos a la fortaleza de sus pesadillas, puedo garantizarles que no saldrán vivos de aquí. -Dijo el en tono burlón, varios de nosotros empezaron a llorar pero nuestras morales ya estaban destrozadas. Todos habíamos olvidado la idea de volver a ser libres, habíamos aceptado lo cruel de nuestro destino.

Entramos a la fortaleza, miráramos donde miráramos los soldados nos rodeaban, no había absolutamente ninguna manera de que escapáramos. Nos guiaron al subsuelo, o los calabozos como ellos aclararon. Bajamos varios niveles, todos eran infinitos pasillos con celdas. Todas ocupadas con una persona en cada una, los prisioneros parecían agonizar, todos tenían cortes, golpes y heridas que ni siquiera quería pensar como habían sido hechas.

Cuando bajamos tres niveles empezamos a encontrar celdas vacías, ahí fue donde empezaron a separarnos en la celdas. Nuestro grupo empezó a hacerse más y más pequeño. Cuando solo quedaban 5 personas además de mí, me asignaron a una celda.

-Oye tú, esta es tu celda. -Le asignaron la celda junto a la mía a una chica un poco menor que yo.

-¡No, por favor, déjeme estar en la misma celda que mi hija, se lo ruego! -El padre de la chica se arrodilló ante el que parecía ser el rey de la fortaleza. Esto sin tocarlo obviamente, el hombre sabía lo que pasaría si era tan estúpido como para sujetarlo.

-¿Crees que soy de los que dan privilegios? Tú vas a esa celda. -Pusieron al hombre en la celda frente a la de su hija. Aunque no lo hicieron así sin más, primero el hombre pateo su cara mientras este le suplicaba, luego mando a los soldados junto a él que lo metieran en su celda, y lo hicieron, mientras lo golpeaban.

-¡Pap…! -La chica grito, pero callo en cuanto el hombre le dirigió una mirada.

Luego le asignaron celdas a los tres que quedaban. Cuando se estaban yendo escuche algo que llamo mi atención.

-¿Esos son todos verdad?-Pregunto el hombre. -No pensé que sería un pueblo tan miserable.

-No tenía muchos habitantes, matamos a cercad e la mitad, algunos escaparon, pero es mejor así, el Reino se enterara más rápido de esta forma. -Era el tipo que me había atado cuando aún estábamos en mi pueblo.

“Espera... ¿dijo que algunos escaparon?” Mi corazón se sacudió. “¿Entonces mi hermano y mi madre…? Tal vez haya una posibilidad.”

Ellos se fueron, pero la duda me carcomía. Tal vez no perdí a mi familia. Pero luego de pensar eso me di cuenta de la realidad. Yo nunca saldría de aquí. Estaría prisionero en este lugar el resto de mi vida. Sabiendo eso mi corazón se rompió, mi mente quedó en blanco.

****

Los días pasaron, seguían dándonos de comer una vez cada dos días, esa era la única forma de saber cuánto tiempo pasaba sin poder ver la luz del sol.

Las celdas eran pequeñas eran de un metro de ancho por un metro de profundidad y dos metros de alto. Solo había una pared de roca al fondo, todo lo demás eran barrotes por lo que se podían ver las demás celdas.

Al séptimo día o a menos lo que yo creía que era el séptimo día los guardias se acercaron a la celda de la chica que estaba junto a mí.

-Hoy es tu turno. -Le dijo el soldado.

-¿Turno? ¿Turno para qué? -Pregunto nerviosa ella mientras temblaba, probablemente podía imaginar algunas cosas.

-¡NO, por favor no se la lleven, por favor! -Empezó a gritar el padre de la chica, pero los soldados se la llevaron. Ella no se resistió, sabía que solo sería peor tal vez.

Las horas pasaban, no sabía si volvería pero no creía que solo fueran a matarla, si así fuera entonces las celdas del calabozo no estarían tan llenas cuando llegamos. Podía ver al padre de la chica llorando en el rincón de su celda, probablemente había perdido a su mujer en el ataque, si así era entonces el no soportaría perder a su hija también.
Luego de varias horas los guardias trajeron a la chica, o lo que parecía ser ella. Estaba cubierta de moretones y cortes como los prisioneros que habíamos visto al entrar en este podrido lugar.

-¡Rose! ¡…! -El padre grito el nombre de la chica, ni siquiera le salían las palabras. Su expresión era de una angustia total. La chica no respondió, no estoy seguro de si porque estaba inconsciente o porque ni siquiera podía hablar.

Yo solo miraba la escena desde un costado, así que eso es lo que hacen… no es que no sintiera nada por lo que paso, pero sabía que eso no iba a parar por mucho que me quejara y llorara, probablemente me pasaría lo mismo a mi pronto. Pensar en eso me ponía nervioso pero no había forma de salir, no había forma de escapar.

Luego de unas horas la chica despertó, pero solo se quedó allí acurrucada en un rincón de su celda. No respondió a las preocupaciones de su padre, solo se quedó allí temblando sin parar.

“¿Qué sucedió exactamente?” Probablemente lo sabría pronto.

“¿Cuándo será mi turno?” La espera iba a torturarme, tal vez esa era la idea.

Una semana después se llevaron al hombre que estaba en la celda junto a la mía, él estaba ahí desde antes de que llegáramos nosotros. Pero él no volvió, tal vez hubiera muerto, tal vez lo hubieran llevado a otro lugar. No estaba seguro y en cierta forma, no quería estarlo. Poco después paso lo mismo con el que estaba en frete del anterior y la tensión aumento en mí cabeza. Se me cruzaba el pensamiento de que estaban empezando a matar a los del nivel donde me encontraba, esperaba que solo fuera por que eran viejos prisioneros.

Los días siguieron pasando y no volvieron a llevarse a los que estaban cerca de mí, obviamente yo tampoco fui llevado. Eso quería decir que no era en orden de llegada. Lo analizaba todo, era eso o sentir lastima de mí mismo y llorar en un rincón. Había hecho eso las primeras semanas, pero eso no iba a cambiar nada.

No sabía si intentarlo cambiaria algo, pero era mejor que no hacer nada y maldecir al destino por lo que me paso. Lo vigilaba todo, aunque no había casi información. Aparte del hecho de que las comidas eran cada dos días por la noche, y del hecho de que se llevaban prisioneros para torturarlos no sabía nada más.

Los días pasaron, ya se había podido vislumbrar como se llevaban a algunos que estaban en el mismo pasillo de celdas que yo, incluyendo al que estaba del otro lado de la celda de la chica, Rose.

Una semana después paso lo inevitable, los guardias se detuvieron frente a mi celda… uno de ellos era el mismo que me había atado, era el mismo que me había traído a este infierno. Una cara que se había ganado mi desprecio.

-Es tu turno chico. -Dijo el guardia sonriendo.

Créditos:
Escritor: MadEye
Editores: Lavyk & Roberkineo Rueez

0 comentarios :

Copyright © 2013 BoostNoGroup and Blogger Themes .